La
entrevista que nunca realicé...
a la persona que susurra a
los burros, a la tierra y al sol, y que comparte con todos sus orígenes
ancestrales, más allá de las generaciones de antepasados cercanos.
Suenan los tambores pero
no son de guerra. Los tacones de Pitu sobre el improvisado tablao se suavizan
con la sutil y delicada voz de Isabel. Luces de romería bajo el maravilloso
haya que da sombra en la noche estrellada a un grupo de afortunados, que saben
que lo son.
Habla en sus canciones de
naturaleza, de respeto, de amor, de responsabilidad con el mundo, con la vida y
con uno mismo. Lo hace bajo un sombrero que ha tapado muchos rayos, algunos que
iluminan y otros, seguro, que intentaron quemar las ideas que sostienen su filosofía de vida.
Con tablas construye un carromato que contiene la esencia, y se mueve
por el mundo tal y como lo experimenta, tal como es, tal como vive. Su cuerpo
se intuye bajo ropas amplias que esconden una toma a tierra profunda, que
parece conectarle con lo más profundo del planeta.
El padre atomiza las
buenas noches ya lejanas con la misma convicción y carisma de siempre. No
importa que el escenario tenga cien metros cuadrados o sea una sencilla
alfombra sobre el césped. Su presencia es incuestionable y trasciende más allá
de su propia voluntad.
Gracias Jordi, Pitu,
Isabel y Mario por tocarnos el alma
una noche de verano cualquiera sin otra intención que vivir el momento. Gracias a todos por estar.
Foto de Javier Maza |