09 marzo 2017

Asomarse



Me asomé a la muerte y era serena
Me asomé a la vida y era alegre
Me asomé a la infancia y era curiosa
Me asomé a la vejez y era tierna
Me asomé… y decidí pasar el umbral, dejar de asomarme y sentir lo que intuía desde el quicio de la puerta.
Y entonces, sentí el frío del aire del invierno con la serenidad de saber que el viento sur llegará.
Y  lloré desde la tristeza al saber que también habrá espacio para la risa.
Y jugó mi niña pequeña descubriendo que la adulta que la acoge siempre tendrá una pregunta.
Y su mano me guió hasta el ocaso.








08 marzo 2017

Siempre



Somos completas,
no necesitamos nada ni a nadie para sentirnos plenas.
Desear es legítimo, tener es deseable
y es un derecho tener libertad para desear.
Crecemos con los demás, nos hacemos más sabias,
porque aprendemos a ser madres, amigas, amantes, hermanas...
Cuidar también nos alimenta,
descubrimos la emoción de la generosidad,
el gusto por ayudar,
de ser grandes seres que comparten,
que hacen de la Tierra un lugar mejor.
No somos perfectas
ni lo intentamos.
Sólo transformamos, portamos vida
y algunas veces muerte.
Generamos dolor y placer, porque estamos vivas.
Somos dueñas de nuestro tiempo,
de nuestros sueños y de nuestro amor.
Nos repensamos con cada experiencia que nos acerca a otra realidad,
sufrimos sólo de imaginar el robo de nuestro aliento,
nos acercamos tibiamente al miedo de quienes sienten el golpe seco en la cara,
nos estremecemos ante la sola idea de que una hija de la vida pierda a su madre a manos del rencor, de los celos, del poder, de la ignorancia.
Somos todo, aunque quieran dejarnos sin nada.
Mañana también seremos...

03 marzo 2017

Desafinada...



Como las cuerdas del violín, nuestro cuerpo desafina, se desajusta chirriante sin dar tregua.
Todo tiempo es vivido.
Cada momento es vital, aun aquel que ni sentir queremos, tal es el dolor que produce el miedo al miedo, el dolor del dolor, el dolor de sentir el miedo al vivir... y gemir y gozar y reír, mientras las cuerdas pierden tensión y los dedos se agarrotan, para mostrarnos que la vida es pasión de vivir, a pesar y gracias a percibir lo que cada centímetro de arrugada piel nos regala.
Y cada cual se desafina a su manera, igual que lo hace el instrumento.
Pero el Opus 131 de Beethoven... violines, viola, chelo... construyen en cada concierto la metáfora sonora perfecta que nos pone ante nosotros el gran reto de aceptar el camino sin pausa, sin descanso, sin parar para afinar cada elemento, asumiendo que el tiempo cambia nuestra alma y que la gracia está en aceptar, adaptar, y engarzar cada nota desafinada con las del resto de acompañantes hasta llegar al último compás....

Inspirada tras ver la película "El último concierto".