22 julio 2014

48 años no son nada, o casi nada



Pocas, muy pocas certezas tengo de lo que es importante en la vida. Tan pocas, que en momentos concretos, ver como alguna de ellas se tambalea me produce escalofríos, me genera una profunda tristeza y no siento más que necesidad de dormir.
Sin embargo, cuando sucede algo que me confirma el valor de lo importante, es como si me inyectaran una dosis de energía extra, un buen chute de optimismo que me pone en acción hasta caer en la cama por agotamiento.
Y sucede, que cumplo 48 años sobre este mundo que me lo ha enseñado todo (hasta el culo, decía Gloria Fuertes) y sigo con la sensación de no saber casi nada. De niño te construyes uno propio, de joven te lo quieres comer, de mayor piensas que ya está en tus manos y cuando eres un poco más mayor te das cuenta de que necesitabas otra vida entera para poder aprender algo de lo mucho que te has perdido por el camino.
Creo que uno de los regalos que te hace la vida con el paso de los años es la humildad, la conciencia de no tener la certeza de casi nada, la valentía de asomarte al espejo sin miedo, porque la mirada es tan profunda que puedes ver tus claroscuros sin culpa, sin arrogancia, con honestidad y con respeto a ti mismo.
Sé que la noria de la vida nos coloca en todas las posiciones posible, que en el trayecto del nacimiento a la muerte existe algo que es equilibrio, y que a pesar de las ausencias que ya existen entre mis seres queridos, me siento muy afortunada del camino recorrido (compartido) hasta ahora.
Mi familia, todos sus miembros, son parte de mí y yo de ellos (no podría ser de otro modo) y mis amig@s también.
Ahora tengo la suerte de trabajar con niños y niñas de 5 años de los que aprendo cada día. Son rebeldes, cariñosos, competitivos, generosos, beligerantes, comprensivos, perversos, graciosos, pacientes, intransigentes.... todo a la vez y por separado, dependiendo del momento, del hambre, del sueño y de la compañía (igual que los mayores) con la diferencia de que ellos muestran lo que sienten en cada momento, siendo igual de auténticos cada minuto. Y cuanto más bajamos en la edad, más bonito es comprobar que la esencia humana es maravillosa.