Pocas, muy pocas certezas tengo de lo que es importante
en la vida. Tan pocas, que en momentos concretos, ver como alguna de ellas se
tambalea me produce escalofríos, me genera una profunda tristeza y no siento
más que necesidad de dormir.
Sin embargo, cuando sucede algo que me confirma el
valor de lo importante, es como si me inyectaran una dosis de energía extra, un
buen chute de optimismo que me pone en acción hasta caer en la cama por
agotamiento.
Y sucede, que cumplo 48 años sobre este mundo que me lo ha enseñado todo (hasta
el culo, decía Gloria Fuertes) y sigo con la sensación de no saber casi nada.
De niño te construyes uno propio, de joven te lo quieres comer, de mayor
piensas que ya está en tus manos y cuando eres un poco más mayor te das cuenta
de que necesitabas otra vida entera para poder aprender algo de lo mucho que te
has perdido por el camino.
Creo que uno de los regalos que te hace la vida con el
paso de los años es la humildad, la conciencia de no tener la certeza de casi
nada, la valentía de asomarte al espejo sin miedo, porque la mirada es tan
profunda que puedes ver tus claroscuros sin culpa, sin arrogancia, con
honestidad y con respeto a ti mismo.
Sé que la noria de la vida nos coloca en todas las posiciones
posible, que en el trayecto del nacimiento a la muerte existe algo que es
equilibrio, y que a pesar de las ausencias que ya existen entre mis seres
queridos, me siento muy afortunada del camino recorrido (compartido) hasta
ahora.
Mi familia, todos sus miembros, son parte de mí y yo de
ellos (no podría ser de otro modo) y mis amig@s también.
Ahora tengo la suerte de trabajar con niños y niñas de
5 años de los que aprendo cada día. Son rebeldes, cariñosos, competitivos,
generosos, beligerantes, comprensivos, perversos, graciosos, pacientes,
intransigentes.... todo a la vez y por separado, dependiendo del momento, del
hambre, del sueño y de la compañía (igual que los mayores) con la diferencia de
que ellos muestran lo que sienten en cada momento, siendo igual de auténticos
cada minuto. Y cuanto más bajamos en la edad, más bonito es comprobar que la
esencia humana es maravillosa.