Cada día como una vida
entera.
La frescura del amanecer con
una nueva experiencia por ser vivida y el cambio del paisaje a cada paso.
Compañeros de viaje que
llegan y se mantienen, otros pasan de largo, sin dejar huella. Algunos hacen
que el cansancio insoportable, por momentos desaparezca con una sonrisa
mientras te miran a los ojos. Otros esquivan el contacto visual, su camino es
soledad en el punto en el que confluye con el mío.
Respeto, que difícil de
medir.
Subidas, bajadas, sombras
de robledales y eucaliptos como islas entre campos quemados por el sol de
julio. Todas las lenguas al tiempo, tanto que llega a ser irreconocible el gallego.
Risas, muchas risas. Ríos
de carcajadas sin sentido que reconfortan el cuerpo cansado después del
esfuerzo.
Hoy cumplo 47 y continúo subiendo
y bajando montañas cada día, buscando el respeto en una ruta de doble dirección
y me río todo lo que puedo.
Gracias a todos por formar
parte de mi vida.
Feliz camino.