Risoterapia
A las 7
suena el despertador.
Media
hora dedicada al deporte, otra media a la meditación.
Seguimos
con un desayuno sano, equilibrado, biológico, macrobiótico, atómico y romano.
Hacer la
compra no resulta fácil.
Saber qué
comer, su procedencia, las materias primas, la salud física y emocional de las gallinas,
el estrés de agricultor que se niega a los fertilizantes y pesticidas mientras
comprueba cómo las nieblas matan (naturalmente, eso sí) sus hortalizas, conocer
la ética política, social y económica de la multinacional que comercializa en
grandes superficies todo lo que quieren que nos llevemos a la boca...
Son demasiadas
las cosas que debo saber para no sentirme engañada, intoxicada y manipulada ???
Y me
encuentro saboreando deliciosos cereales del otro lado del planeta, practicando
ejercicios de espiritualidad budista y leyendo las etiquetas hasta perder la
vista (que recupero tomando cada día un concentrado natural maravilloso que una
amiga me recomendó después de leer un libro de medicina china).
El día se
termina con una infusión de te blanco (¿cual si no?) y unas gotas (notas) de
Bach mientras respiro concentrada en el primer chacra. El incienso se consume
sobre la mesilla de noche.
Una idea
me sorprende antes de dormir: Esto de estar sano, está empezando a ser algo
enfermizo.
Las
técnicas enseñadas por mi terapeuta para controlar el pensamiento negativo y
transformarlo en algo de provecho no llegan a tiempo y me voy a los brazos de
Morfeo con semejante sensación en la cabeza.
¡Que
putada! Con el cuidado que había tenido todo el día.