Nada me llevaré de
aquí.
Nada me mantendrá cuando
me haya ido.
Nada quedará tras la
partida
cuando el viento se
lleve el polvo, ese último polvo que
nada unos segundos sobre las sucias aguas inst(antes) de caer la lluvia.
Y se aclara el alba
y la blanca espuma que vuelve a la arena enredada en piedras, palos y estrellas
fugaces.
Y nada la nada,
ahogada en la memoria de los peces, breve y eterna, como si fuera algo.