Me asomé a la muerte y era serena
Me asomé a la vida y era alegre
Me asomé a la infancia y era curiosa
Me asomé a la vejez y era tierna
Me asomé… y decidí pasar el umbral, dejar de asomarme y
sentir lo que intuía desde el quicio de la puerta.
Y entonces, sentí el frío del aire del invierno con la
serenidad de saber que el viento sur llegará.
Y lloré desde la
tristeza al saber que también habrá espacio para la risa.
Y jugó mi niña pequeña descubriendo que la adulta que la
acoge siempre tendrá una pregunta.
Y su mano me guió hasta el ocaso.
Qué bonito, me ha encantado! Muchos besos amiga
ResponderEliminarGracias María. Un abrazo enorme
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