Ayer una amiga me regaló un manojo de pensamientos que yo cultivo en el pequeño y único
terreno de que dispongo, contenido en humildes jardineras.
Hoy
limpio las malas hierbas que los camuflan e impiden disfrutarlos en plenitud.
Resulta fácil arrancarlas y ver en su esplendor la sencillez de estas preciosas
flores multicolor.
Mañana admiraré
los matices de sus distintas tonalidades con la certeza (que no frustración) de
que las malas hierbas volverán a aparecer.
Mientras tanto y para no morir de éxito, en el rincón
del balcón, una maceta llena únicamente de malas hierbas me mantiene atenta.
El domingo...
volvemos a meditar.