20 marzo 2013

A mi amiga la niebla



Me gustan los horizontes lejanos.
Relajan la mirada y el alma.

La niebla, sin embargo, igual que los laberintos, crea en mi espíritu cierta sensación de desazón, de intriga ante lo que se sugiere pero resulta inalcanzable para los ojos.

La niebla envuelve los edificios, las calles y a las personas que los ocupan. Desenfoca los contornos y confunde las distancias y proporciones.
La niebla ayuda a crear una realidad paralela, una nueva dimensión que tiene que ver con el ser, más que con el estar.
 
La niebla me envuelve con delicadeza como si de una sutil camisa de fuerza se tratara. No me deja escapar de su melancolía y yo me entrego.

Dejo que me lleve de la mano por los rincones del alma que menos aireados están, que menos visito, pero que sin duda forman parte de mí.

Entonces cierro los ojos y me entrego definitivamente. Otra vez estoy en el laberinto.

Me tranquiliza un pensamiento. La experiencia me ha enseñado que nada es eterno y que tarde o temprano el sol saldrá y con él, la niebla desaparecerá, sin hacer ruido, como llegó.

Y los edificios, las calles y las personas, abandonarán sus fantasmagóricas siluetas para recobrar su apariencia real, o al menos, la que más cerca está del mundo que me hace sentir en casa.

Gracias niebla, por darme tregua en la tranquilidad.

1 comentario:

  1. Bellas palabras. El sol saldrá; tiene que salir...
    Ve rellenando las semanas con textos.
    Un abrazo
    Jose A Gallego

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