2084
(Participando en Esta Noche Te
Cuento de blogspot)
Al niño
le gustaba tocar la arrugada piel de las manos de su abuela. Ambos estaban
frente al mar y sus caras recibían la suave brisa del Cantábrico.
Era en
ese momento, tras el paseo sereno que culminaba con sus cuerpos posados sobre
una de las dunas, cuando Esther le contaba a su nieto una de las muchas
historia que la memoria guardaba como capítulos de su atesorada vida.
Les
gustaba a los dos mirar el horizonte mientras la voz de la experiencia
penetraba en el oído infantil, buscando un hueco confortable para quedarse.
La
narración siempre tenía como banda sonora las olas llegando a tierra,
descansando unos segundos para inmediatamente volver a comenzar la huída mar
adentro.
Aquel
día, y después de que Esther terminase su cuento, el pequeño Darío dijo: “Qué
afortunada has sido abuela. Yo también quiero tener una vida así”.
Y sin
perder la mirada serena, la abuela bajó los ojos para ver como el dedo de su
nieto dibujaba inocentemente los trazos que un día alguien le había tatuado en
la cara interna de su brazo izquierdo: 2084.
No hubo
respuesta. Ambos respiraron profundamente y emprendieron el camino de vuelta a
casa.
Comenzaba a anochecer.
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