Se necesita
todo un pueblo para educar a un niño... y un país completo para cambiar un
sistema basado en la injusticia social, el capitalismo extremo y cuyo grito de
guerra es “tonto el último”.
No importa
el lugar que ocupes en la sociedad, no importa que estés en el paro o seas
trabajador de banca, no es relevante que cobres una jubilación o que aún no te
hayas incorporado al mundo laboral. Es fundamental que nos demos cuenta de que
somos dueños y responsables de la vida que tenemos por delante, hoy mismo y se
trata de simple justicia.
Por eso me
alegro cuando leo el artículo de una periodista afamada y reputada como Lucía
Etxebarria llamando a las cosas y a los cacos por su nombre. Es por eso que el
artículo de Lucía me inspira y me motiva para, desde el periodismo anónimo y
sin repercusión mediática, me lance esta mañana a reflexionar desde mi casa,
justo antes de salir a trabajar como voluntaria en un proyecto que lucha por la
educación como herramienta transformadora en un país desfavorecido (Nepal) Que
ironía.
Quizá sólo
lean estas líneas mis amigos y familiares (siempre incondicionales) pero eso
tampoco es importante porque estaré en movimiento, aportando mi grano de arena
al cambio necesario para que la crisis ética que vivimos se transforme en una sociedad
libre, educada y sana.
No pueden
convencernos de que éste es nuestro destino, por decisión de entes superiores
que determinan cómo, dónde y por que debemos de vivir. Nuestros padres, salidos
de una guerra, nos educaron desde el sacrificio y la libertad para ser buenos,
solidarios y responsables de nuestras acciones.
Porque ser
bueno no está pasado de moda, no es sinónimo de ser gilipollas y mucho menos
supone que estés integrando las filas de cualquiera de las muchas iglesias
conocidas (o si, eso tampoco es un problema).
Ser bueno
supone ser reflexivo, vivir conscientemente como te parece adecuado, pensando
en el bien colectivo porque eso SIEMPRE significa el crecimiento individual.
Ser bueno es quererte hasta el extremo y cuidarte, porque eso supone que no
tendrás más que cosas buenas para compartir con el mundo que te rodea.
Sin embargo
hemos cometido errores en nuestra vida que nos están costando demasiado
sufrimiento. Y no importa que yo llegue a duras penas a fin de mes, porque
saber que mi hermano, o mi vecino pasan hambre, me impide disfrutar de mi plato
de comida plenamente.
Uno de esos
errores tremendos que han cambiado la escala de valores por la que tanto
lucharon las generaciones anteriores, ha sido dejar en manos de personas sin escrúpulos el
devenir de la política y la economía mundial. Un grupo de delincuentes con
traje manejan los dineros públicos como auténticos mafiosos y además tenemos
que pagarles por ello. Pero eso también puede cambiar. No dejemos que nos entretengan más.
Nos
hicieron creer que “tanto tienes tanto vales” y nos convirtieron en eternos
insatisfechos endeudados hasta los dientes e invadidos por una sensación de
vacío infinita. Sin embargo la banca también toma cartas en el asunto y hace
suya una voz diferente. El ejemplo en este caso es Joan Antoni Melé (banca
ética). Melé decía que “no somos pocos los que estamos en este punto de cambio
de mentalidad, pero debemos conectarnos”, unirnos, porque eso nos dará fuerza y
motivación.
Periodistas
valientes (Iñaki Gabilondo, Lucía Etxebarría, entre otros) banqueros
comprometidos con lo social (Melé) jueces que se enfrenta ante las injusticias
ejecutivas, cirujanos y celadores compartiendo pancarta, ciudadanos defendiendo
en el Congreso derechos fundamentales como el de la vivienda (Ada Colau)...
Esto está
pasando y lo hace a nuestro lado. No permitas que este movimiento pierda fuerza
porque algo grande e importante está sucediendo.
Los Mayas
no fallaron. El mundo que hemos conocido hasta ahora ha tocado fondo y una
nuevo se está construyendo, con o sin ti.
Hay tan
poquitas cosas que tienen valor real. Párate a pensar y descubrirás que algunas
de ellas no se obtienen con dinero (el abrazo de una persona querida, el paseo
por la playa de tu pueblo con los pies descalzos una mañana de domingo o la
conversación delante de una taza de café con tus amigos de toda la vida).
Cambia
el
chip, redescúbrete y vuelve al origen. Párate, medita, respira y vive la
vida
que te hace feliz. Conéctate con personas que están en la misma forma
vital o disfruta de las diferencias, eso tampoco es relevante. No
somos pocos, de verdad, sólo pretenden que lo creamos.
Pero creer
es crear, y yo creo en el ser humano, bueno y digno por naturaleza. Nos
enseñaron desde pequeños a respetar(nos), que coger lo que no es tuyo se llama
robar, que todos somos iguales en responsabilidades y derechos y que hay que
trabajar para comer.
No te
importe que piensen que estás loco cuando hablas de estas cosas. Cada
persona necesita un tiempo, una experiencia, un momento y quizá el suyo no haya
llegado todavía. O quizá no fueron educados y criados por familias de
trabajadores honestos que acudían a colegios públicos donde se formaba a
personas y no a individuos competitivos cuyo fin en la vida era ganar mucho
dinero y lo más rápido posible.
Pero esto
ya ha comenzado, lo quieran o no. Por eso es importante que cuanto antes los
intelectuales se pongan en marcha, porque les necesitamos y los científicos,
los humanistas, los jueces, los cirujanos, los periodistas, los maestros y
educadores, los policías, los artistas, los banqueros y los políticos, sí, también ellos. Pero sobre todo te necesitamos
a ti.
Porque no
queremos ser el caldo de cultivo para que un iluminado haga carne de cañón con
la masa, con la plebe, conmigo y contigo, y decida que no estamos preparados
para ejercer la libertad de elegir a nuestros representantes. Que nadie se
equivoque.
Debemos
estar alerta, despiertos, atentos, identificando a nuestros enemigos pero sobre
todo conectados con nuestros aliados, los hombres y mujeres buenos, solidarios
y comprometidos con lo público, lo social y con el bien común, porque ello nos
dará paz.