20 febrero 2013

Y en el circo de la vida... la magia existe



Todos cuando nacemos ocupamos un lugar e interpretamos un papel; en la familia, en el trabajo, con los amigos y también en la sociedad. Y como en la pista central del circo, en ocasiones nos toca ser protagonistas y en ocasiones tocamos el violín creando ese fondo musical que llena el ambiente de emoción contenida, de temor a que el trapecista caiga por mucho que seamos conscientes de que existe una red que lo protegerá antes de estrellarse contra el suelo.
Desde pequeña, las pocas veces que pude ir al circo, me resultaba especialmente atractiva la figura del mago. Me dejaba llevar por la ilusión, la fantasía, la creencia de que había algo inexplicable que conseguía nuestra atención y lo que era mejor, nuestra sorpresa y admiración.
Ayer vi en televisión cómo una familia (matrimonio y un bebé) acoge en su casa a dos jóvenes inmigrantes aún a riesgo de ser encarcelados si sale adelante una de las reformas que el actual Ministro de (in)Justicia pretende aprobar.
En las redes sociales se ven continuas muestras de solidaridad con colectivos o particulares que están pasando una mala situación (dos bomberos gallegos se negaron hace unos días a abrir la puerta que permitiría desahuciar a una anciana de la que ha sido su casa durante los últimos 40 años de su vida).
Y es que el mundo está lleno de personas que con una varita (barrita) mágica sacan conejos del sombrero y los cocinan con patatas para dar de comer a cuatro que hoy tienen hambre.

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