12 febrero 2013

Necesito decirlo

Se necesita todo un pueblo para educar a un niño... y un país completo para cambiar un sistema basado en la injusticia social, el capitalismo extremo y cuyo grito de guerra es “tonto el último”.



No importa el lugar que ocupes en la sociedad, no importa que estés en el paro o seas trabajador de banca, no es relevante que cobres una jubilación o que aún no te hayas incorporado al mundo laboral. Es fundamental que nos demos cuenta de que somos dueños y responsables de la vida que tenemos por delante, hoy mismo y se trata de simple justicia.

Por eso me alegro cuando leo el artículo de una periodista afamada y reputada como Lucía Etxebarria llamando a las cosas y a los cacos por su nombre. Es por eso que el artículo de Lucía me inspira y me motiva para, desde el periodismo anónimo y sin repercusión mediática, me lance esta mañana a reflexionar desde mi casa, justo antes de salir a trabajar como voluntaria en un proyecto que lucha por la educación como herramienta transformadora en un país desfavorecido (Nepal) Que ironía.

Quizá sólo lean estas líneas mis amigos y familiares (siempre incondicionales) pero eso tampoco es importante porque estaré en movimiento, aportando mi grano de arena al cambio necesario para que la crisis ética que vivimos se transforme en una sociedad libre, educada y sana.

No pueden convencernos de que éste es nuestro destino, por decisión de entes superiores que determinan cómo, dónde y por que debemos de vivir. Nuestros padres, salidos de una guerra, nos educaron desde el sacrificio y la libertad para ser buenos, solidarios y responsables de nuestras acciones.

Porque ser bueno no está pasado de moda, no es sinónimo de ser gilipollas y mucho menos supone que estés integrando las filas de cualquiera de las muchas iglesias conocidas (o si, eso tampoco es un problema).

Ser bueno supone ser reflexivo, vivir conscientemente como te parece adecuado, pensando en el bien colectivo porque eso SIEMPRE significa el crecimiento individual. Ser bueno es quererte hasta el extremo y cuidarte, porque eso supone que no tendrás más que cosas buenas para compartir con el mundo que te rodea.

Sin embargo hemos cometido errores en nuestra vida que nos están costando demasiado sufrimiento. Y no importa que yo llegue a duras penas a fin de mes, porque saber que mi hermano, o mi vecino pasan hambre, me impide disfrutar de mi plato de comida plenamente.

Uno de esos errores tremendos que han cambiado la escala de valores por la que tanto lucharon las generaciones anteriores, ha sido dejar en manos de personas sin escrúpulos el devenir de la política y la economía mundial. Un grupo de delincuentes con traje manejan los dineros públicos como auténticos mafiosos y además tenemos que pagarles por ello. Pero eso también puede cambiar. No dejemos que nos entretengan más.


Nos hicieron creer que “tanto tienes tanto vales” y nos convirtieron en eternos insatisfechos endeudados hasta los dientes e invadidos por una sensación de vacío infinita. Sin embargo la banca también toma cartas en el asunto y hace suya una voz diferente. El ejemplo en este caso es Joan Antoni Melé (banca ética). Melé decía que “no somos pocos los que estamos en este punto de cambio de mentalidad, pero debemos conectarnos”, unirnos, porque eso nos dará fuerza y motivación.

Periodistas valientes (Iñaki Gabilondo, Lucía Etxebarría, entre otros) banqueros comprometidos con lo social (Melé) jueces que se enfrenta ante las injusticias ejecutivas, cirujanos y celadores compartiendo pancarta, ciudadanos defendiendo en el Congreso derechos fundamentales como el de la vivienda (Ada Colau)...

Esto está pasando y lo hace a nuestro lado. No permitas que este movimiento pierda fuerza porque algo grande e importante está sucediendo.

Los Mayas no fallaron. El mundo que hemos conocido hasta ahora ha tocado fondo y una nuevo se está construyendo, con o sin ti.

Hay tan poquitas cosas que tienen valor real. Párate a pensar y descubrirás que algunas de ellas no se obtienen con dinero (el abrazo de una persona querida, el paseo por la playa de tu pueblo con los pies descalzos una mañana de domingo o la conversación delante de una taza de café con tus amigos de toda la vida).

Cambia el chip, redescúbrete y vuelve al origen. Párate, medita, respira y vive la vida que te hace feliz. Conéctate con personas que están en la misma forma vital o disfruta de las diferencias, eso tampoco es relevante.  No somos pocos, de verdad, sólo pretenden que lo creamos.

Pero creer es crear, y yo creo en el ser humano, bueno y digno por naturaleza. Nos enseñaron desde pequeños a respetar(nos), que coger lo que no es tuyo se llama robar, que todos somos iguales en responsabilidades y derechos y que hay que trabajar para comer.

No te importe que piensen que estás loco cuando hablas de estas cosas. Cada persona necesita un tiempo, una experiencia, un momento y quizá el suyo no haya llegado todavía. O quizá no fueron educados y criados por familias de trabajadores honestos que acudían a colegios públicos donde se formaba a personas y no a individuos competitivos cuyo fin en la vida era ganar mucho dinero y lo más rápido posible.

Pero esto ya ha comenzado, lo quieran o no. Por eso es importante que cuanto antes los intelectuales se pongan en marcha, porque les necesitamos y los científicos, los humanistas, los jueces, los cirujanos, los periodistas, los maestros y educadores, los policías, los artistas, los banqueros y los políticos, sí,  también ellos. Pero sobre todo te necesitamos a ti.

Porque no queremos ser el caldo de cultivo para que un iluminado haga carne de cañón con la masa, con la plebe, conmigo y contigo, y decida que no estamos preparados para ejercer la libertad de elegir a nuestros representantes. Que nadie se equivoque.

Debemos estar alerta, despiertos, atentos, identificando a nuestros enemigos pero sobre todo conectados con nuestros aliados, los hombres y mujeres buenos, solidarios y comprometidos con lo público, lo social y con el bien común, porque ello nos dará paz.

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